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Este ensayo intenta reflexionar sobre las dificultades metodológicas que se imponen al investigador que desea emprender una investigación sobre el imaginario. El postulado inicial es que, siguiendo la estela de Gilbert Durand, los estudios que asumen la primacía de lo imaginario sobre otras producciones humanas, en relación con la coherencia heurística, abarcan también la definición de símbolo como significado vivido, es decir, el resultado de una situación de acontecimiento realizado. Dado que lo simbólico no es una propiedad empírica estable, las metodologías que se centran en el trabajo racional de los datos no consiguen capturarlo. Se concluye con el necesario sometimiento iniciático del investigador al simbolismo como requisito para emprender la investigación de lo imaginario, que parte de una concepción de la ciencia que rompe con el pensamiento disyuntivo cartesiano, y propone una visión más compleja de los fenómenos de lo imaginario.