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Desde el punto de vista de la elección racional, la guerra es un enigma. Puesto que la guerra tiene un coste, debería haber una forma pacífica de repartir los recursos entre las partes implicadas que fuera preferible para todos, ya que ahorraría este coste. Pero se han descubierto tres mecanismos causales principales que pueden impedir a los actores identificar una solución pacífica o ponerla en práctica: asimetrías de información, problemas de compromiso creíble y problemas de agencia. Además de estos tres mecanismos, la literatura experimental también ha revelado una propensión en los seres humanos a preferir la violencia. Por ejemplo, para mantener las normas de justicia y equidad, los seres humanos pueden atribuir a la guerra un valor intrínseco superior al coste que conlleva.