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En Japón, la incomunicación goza actualmente de cierto favor: las interfaces electrónicas que sustituyen la expresión personal por un repertorio de palabras preescritas o de emoticonos normalizados permiten, según una fórmula consagrada, «evitar cualquier malentendido». Con el fin de «reducir la distancia entre los seres humanos», algunos ingenieros están desarrollando prototipos de máquinas programadas para expresarse en el lugar de los humanos para facilitar sus contactos. En el campo del amor, estos dispositivos adoptan formas diversas: programas de pantalla táctil para encontrar a la persona elegida, detectores de flechazos, robots de encuentros matrimoniales... Estas herramientas digitales están deliberadamente diseñadas para crear una «pantalla», en el sentido literal de la palabra, y se perciben como tanto más útiles porque liberan al individuo de la palabra libre y contingente. Contrariamente a cierto discurso «liberal» que pretende que el individuo sea autónomo, eficiente y responsable, los adeptos a las citas asistidas por ordenador preconizan las virtudes de la irresponsabilidad, la artificialidad y el anonimato, que, según ellos, garantizan intercambios de mayor calidad entre personas. Un tema que, sin duda, da que pensar.